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MENSAJE DE LA AADPC DEL DÍA MUNDIAL DEL TEATRO 2018

Publicado el 21 de Marzo de 2018

POR IMMA COLOMER 

Actriz y directora asociada de la AADPC 

Es un honor y a la vez un currazo que agradezco.

Se han dicho palabras muy acertadas en estos 70 años de manifiestos para celebrar el Día Mundial del Teatro. De un año a otro es poco tiempo para que las cosas cambien pero sí que estos escritos ayudan a reflexionar. Os contaré un cuento:

Érase una vez una gran hoguera en una noche fría, oscura y negro. Hubo gente que vio este fuego, hombres y mujeres se acercaban, niños y ancianos. Algunos salían de las cabañas y también se acercaban y se quedaban de pie cuestionando al fuego, en silencio. Primero llegó una persona, luego cinco, dieciocho, treinta seres humanos alrededor de aquel fuego. Una de las mujeres retira unas cenizas, las toca con las manos, se las frota, se acaricia la cara. Esta mujer con la cara rayada de gris y negro aúlla, salta y se mueve, da vueltas, levanta los brazos, baila. Poco a poco la gente se sienta y la mira con los ojos embobados, observan. Ningún ruido alrededor más que el grito de algún búho. La gente espera, el calor del fuego acompaña. La mujer con la cara gris y negra se para y mira, una por una, las personas de alrededor de la hoguera y con las manos las anima a aullar. Flojito comienzan a oirse aullidos profundos y cada vez más fuertes y libres hasta que llenan el vacío de la noche. Se detienen y respiran. La noche no responde. La mujer de la cara gris y negra empieza a hablar, todo el mundo calla, todo el mundo escucha, y les cuenta esta historia:

- Érase una vez una gran hoguera en una noche fría, oscura y negra. Hubo gente que vio este fuego ... Una de las mujeres retira unas cenizas, se acaricia la cara ... etc.

Y he aquí que la gente se quedó encantada escuchando su propia historia.

Este relato es para decir que el teatro habla de nosotros, nos muestra lo que nos pasa, es por eso que nos atrapa, por eso nos interesa. La noche oscura y fría todos la tenemos a nuestro alrededor. Sólo tenemos que buscar la hoguera, cuidarla, mantenerla crepitante, coger la energía del fuego y la luz, empoderarnos pintándonos la cara y sacar de dentro nuestras propias palabras.

¿Cómo revelarse a la negrura y al frío? ¿Cómo encender el fuego? ¿Cómo avivarlo? ¿Cómo hacer oir los aullidos? ¿Cómo reírnos de nuestros propios fantasmas?

Respecto a los ingredientes humanos que utilizamos cuando hacemos teatro creo que no se ha inventado todavía nada mejor: un actor, un espacio y alguien que escucha. El teatro sobrevive, tiene sentido. Una parte de él siempre empieza de nuevo. Por eso es efímero y genial a la vez. Estamos entre custodiar los valores de la civilización y experimentar a raudales, sin miedo. Es esquizofrénico pero es nuestra manera de formar parte de la evolución. Lo necesitamos. Hacer teatro es preguntarse a uno mismo y en la sociedad.

El fuego del teatro hoy se mantiene vivo, con energía emergente de las nuevas generaciones, y la sociedad disfruta de este beneficio, pero está amenazado por la precariedad y la competencia. El teatro en muchos casos se ha convertido en una ONG. Queremos que las compañías puedan vivir con un buen entendimiento con las salas, que las jóvenes creaciones puedan desarrollarse, que no haya tantos parados en nuestro sector, que los sueldos se equiparen pero no a la baja, que los organismos culturales valoren y apoyen el trabajo que estamos haciendo. No al IVA retroactivo de las subvenciones. En los momentos duros que estamos viviendo de dificultades de gestión de los acontecimientos actuales podemos perder lo que tenemos y la capacidad de hacer frente a todos estos problemas.

M. Aurèlia Capmany decía que "estaba enamorada de la inteligencia", sabemos que también del teatro. Deseando que esta inteligencia planee sobre todos nosotros, tengamos una buena fiesta!